miércoles, 30 de diciembre de 2015

Star Wars: Las Gramíneas contraatacan

Uno de los placeres de la Guerra de las Galaxias y Star Trek es ver la diversidad de paisajes y de gentes extraterrestres. Desde el punto de vista de la evolución no tienen mucho sentido, aunque Star Trek podría ser un escenario plausible si los humanos colonizaran el espacio interestelar… Y luego se encontraran de nuevo unos cuantos millones de años después. Lo que os quiero contar esta semana es que tengo la mesa del trabajo llena de vulcanianos, klingons y otra gente pintoresca… Solo que mis extraños invitados no son imaginarios!

 Jabba en Star Wars

Durante un reciente viaje a tierras de Arabia tuve oportunidad de recolectar un buen número de gramíneas. Estas plantas no sólo son la base de la alimentación mundial (pensad en el trigo, el arroz y el maíz) y las causantes de gran número de alergias, son además uno de los grupos de seres vivos más exitosos del planeta. Crecen en todos los ecosistemas, desde las tundras ártica y antártica hasta las selvas tropicales, y dominan gran cantidad de biomas, como las estepas, pastizales y sabanas. Pueden ser diminutas y casi invisibles, como Mibora minima, que no levanta dos centímetros del suelo, o gigantescas como los bambúes del género Dendrocalamus, enormes hierbas de 25 m de altura. Con unas 12.000 especies, la diversidad de formas es increíble y necesitaríamos años para llegar a familiarizarnos con solamente la mitad de ellas.

 Ejemplar joven de Halopyrum mucronatum, en Omán. Foto P. Escobar

Las gramíneas son importantísimas en los ecosistemas mediterráneos, donde géneros como Agrostis, Bromus, Festuca o Poa son prácticamente ubicuos. Estos géneros „normales“ son parte cotidiana de nuestros paisajes y todos los botánicos y amantes de las plantas están familiarizados con ellos. Son, por así decirlo, la „gente normal“ que te encuentras en todas partes: sabes qué pinta tienen y a qué se dedican. De ahí el „pasmo“ que se lleva uno al poner un ejemplar de Apluda mutica o de Leptothrium senegalense bajo la lupa. Es como si de repente, los Klingons de Star Trek y los Ewoks de la Guerra de las Galaxias aparecieran juntos por la puerta del herbario. En los ecosistemas de Arabia, las gramíneas son igual de importantes que en el Mediterráneo. Pero al atravesar la línea que separa los climas desértico (con inviernos húmedos, donde llueve, y veranos secos) del Golfo Pérsico y monzónico de Yemen y Omán (con veranos húmedos e inviernos secos) hay un cambio casi total en la flora y los géneros paleotropicales de Cynodonteae, Andropogoneae y Eragrostideae (los “extraterrestres”) casi sustituyen a las Poeae, las „gramíneas normales“ de las zonas templadas. Es curioso ver las hermosas playas del Índico con sus dunas blancas pobladas por Halopyrum mucronatum donde uno esperaría ver la Ammophila arenaria de toda la vida. Con el cambio climático, es de esperar que estos „extraterrestres“ acaben colonizando la Península Ibérica. De momento, Dinebra ya ha aterrizado en Valencia.

Paisaje costero en Shaat, Omán. En primer plano: Ficus vasta. Foto: P. Escobar

jueves, 12 de noviembre de 2015

¿Estamos convirtiendo España en una enorme escombrera?

Voy de camino a Cádiz para disfrutar de la floración de los narcisos otoñales, que tras las abundantes lluvias promete ser espectacular. Paco y Javier, del blog Flórula Gaditana, me van a llevar a ver una de las grandes maravillas de la flora andaluza: un lugar donde crecen juntas tres especies de narcisos junto a sus híbridos. Cuando veo el sitio, en el término municipal de Chiclana de la Frontera, me sorprendo: jamás me habría detenido en un lugar así. Tal y como se ve desde el coche no es más que un descampado, un retazo de lentiscar entre urbanizaciones invadido por grandes cardos. Y sin embargo oculta un gran tesoro. Allí están las flores, su perfume las delata.
este descampado oculta un tesoro de gran valor natural: 5 narcisos distintos en 100 metros Andalucía tiene una de las redes de espacios naturales protegidos más brillantes de España. Todas las grandes ecorregiones de la comunidad cuentan con un representante en la red, a menudo un espacio prístino de valor paisajístico excepcional. Pensad en los arenales de Doñana, los alcornocales de Cádiz, las cumbres de Sierra Nevada o las estepas del Cabo de Gata. La pregunta que nos podríamos formular es: ¿basta con proteger los paisajes más hermosos y conservados para proteger la naturaleza? ¿O existen espacios que a primera vista no resultan interesantes pero que tienen un tesoro escondido? El problema es particularmente agudo en las cercanías de la costa andaluza, donde parece que sólo es posible el binomio “urbanización versus parque natural” directamente uno junto al otro. No hay campos, ni espacios libres, y lo poco que queda está bajo el riesgo contante de ser devorado por una urbanización o ser víctima de un plan de ajardinamiento o “restauración” absurdo ¿Cómo podemos proteger estos espacios, a menudo pequeños, en un contexto de creciente destrucción del patrimonio natural?
destrucción de la flora en un descampado de Chiclana, Cádiz Yo comprendo que la costa gaditana es una maravilla y que todo el mundo quiera tener una casa allí, pero estamos sobre el límite de capacidad del territorio y ya no es posible construir más sin destruir lo que hace que la costa sea hermosa. No olvidemos que si lo único que pretendemos es servir cerveza barata a los ingleses, Marruecos y Túnez nos pueden aventajar en cualquier momento. Por ello deberíamos ser capaces de preservar mejor nuestra biodiversidad, y con ella nuestros paisajes. En nuesto país hay un enorme cuerpo de conocimiento sobre flora, fauna, geología, etc., y eso es algo que el viajero sabe apreciar: el conocimiento marca la diferencia. Por eso es tan triste ver que donde hubo un bosque ahora no hay más que un aparcamiento sombreado, y que lo poco que queda sin construir se llena de vertederos ilegales y escombreras. Las especies invasoras, muchas provenientes de jardines y campos de golf que vierten sus desechos sin control en los descampados vecinos, se extienden rápidamente. Las plantas ruderales y nitrófilas colonizan los pastizales, desplazando a especies únicas, más frágiles. En definitiva, todo aquello que hace al territorio irrepetible, las especies endémicas producto de millones de años de evolución, los parajes de alta biodiversidad, la vegetación plenamente desarrollada, el paisaje tradicional... Desaparecen, y son sustituidas por un catálogo reducido de especies sinantrópicas que crecen en todas partes, y por edificaciones. Cucarachas, gorriones, grama y algún cardo junto a un McDonald’s están llamados a sustituir a sabinas, narcisos, camaleones y currucas, y parece ser que también al poblado de pescadores de Sancti Petri, que tiene los días contados. Esto os sonará conocido porque no es más que la encarnación gaditana de una tendencia a gran escala: desaparición de casi todo lo que es único para ser sustituido por una masa informe, globalizada, carente de personalidad, y lo que es peor, de sentido.
destrucción de la flora en un descampado de Chiclana, Cádiz Por cierto, mis amigos de Cádiz me comentan que sobre el reducto de terreno donde crecían los narcisos ha pasado maquinaria pesada, sin motivo particular, destruyendo así un lugar completamente único que pasa a engrosar el catálogo de sitios para el recuerdo que cubren nuestro territorio. Otro caso sangrante se puede ver aquí, aunque hay muchos más. Y es doloroso porque el valor incalculable de esa hectárea era sobradamente conocido en la región. Es urgente que Andalucía se decida a establecer un catálogo ambicioso de microrreservas de flora, como ya hacen Valencia y Murcia, y ponga fin a la destrucción de estos santuarios naturales con pinta de descampado, que sólo ocupan una hectárea.
invasión de Acacia retinoides en la costa gaditana Si queréis saber más sobre los narcisos, Paco y Javier os cuentan su historia aquí y aquí.
Aquí una interesante visión sobre un descampado cualquiera.
Más sobre narcisos, la próxima semana.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Una de ajos

Amado y odiado a la vez, el ajo (Allium sativum, Amaryllidaceae) acompaña al hombre desde tiempo inmemorial: se cultiva en Oriente Medio y el suroeste de Asia desde los albores de la humanidad (hace unos 6000 años), extendiéndose hacia Occidente por el Mediterráneo al mismo tiempo que la práctica de la agricultura (ex Oriente, allia ¡digo lux!). Y pese al disgusto que han manifestado por él personajes famosos como Victoria Beckham o los menos conocidos hoy día Miguel de Cervantes o William Shakespeare, el ajo está hasta en la sopa, desde las tablillas de barro de Mesopotamia a la tumba de Tutankamón, pasando por el gazpacho de mi madre.

Allium sativum, el ajo común

Como muchas otras especies útiles para el hombre (sin ir más lejos, su pariente cercano la cebolla, Allium cepa) y para disgusto de ecologistas, veganos y otras tribus urbanas, el ajo no existe en la naturaleza. Es decir, es una “creación” humana que apareció por selección a partir de alguna especie silvestre desconocida. Pese a su importancia económica, aún no sabe exactamente cuál es el pariente silvestre más próximo del ajo. Allium longicuspis, de Anatolia oriental, es considerado por alguna autoridad en la materia como el “ajo primigenio”, y comparte con nuestra especie su peculiar olor, su sabor y la umbela estéril que en vez de flores produce bulbillos; pero podría tratarse simplemente de poblaciones de ajo común asilvestrado, o de plantas provenientes de antiguos cultivos abandonados. Por su parte, Allium tuncelianum y A. truncatum producen flores fértiles y semillas viables, y puede que sean candidatos más probables a tatarabuelo de nuestra planta.

Allium ampeloprasum es el progenitor silvestre del puerro, foto P. Escobar

Responsable del olor inconfundible y el sabor picante del ajo es una sustancia aceitosa llamada propenotiosulfinato de alilo, o alicina, que en realidad no se encuentra presente dentro del diente de ajo sino que se produce a partir de otro compuesto, la aliína, cuando éste es cortado o machacado, gracias a la acción de la enzima alinasa. Se trata de un compuesto termolábil, que pierde sus propiedades por encima de 60 °C, de ahí el cambio de sabor de los ajos cocidos o fritos, y es además bastante inestable, lo que explica el cambio de sabor de los ajos encurtidos. La alicina es una sustancia tóxica que tiene actividad antibacteriana, antifúngica y antivírica, y que es producida por el ajo sólo cuando sus tejidos son heridos por un predador o por un parásito. La alicina, además de estas propiedades antibióticas, es capaz de excitar de lo lindo las papilas gustativas humanas a través de los nociceptores, las terminaciones nerviosas responsables del dolor. De ahí quizás el carácter iniciático de su disfrute y el placer ligeramente masoquista que proporciona su consumo.

En fin, puede que se nos tache de villanos, pero como decía Carme Ruscalleda “si el ajo fuera tan escaso como la trufa, su precio sería diez veces superior”. Para finalizar, os deseo guten Appetit desde Centroeuropa con una invitación a probar esta receta del II milenio antes de nuestra era.

jueves, 30 de julio de 2015

La “yerbacuajo” (Cynara spp.): Esta planta es la leche...

...Y hace posibles algunos de los mejores quesos de la Península Ibérica.

Si alguien entre los lectores aún no ha disfrutado nunca de una buena Torta de la Serena o de un Queijo de Azeitão, les recomiendo que se acerquen lo más pronto posible a Villanueva de la Serena y Castuera (Badajoz), o a la Serra da Arrábida, justo al sur de Lisboa, y que pongan remedio urgentemente a su situación. Estos dos quesos, aunque provienen de regiones relativamente distantes, son muy parecidos en aroma, sabor y textura, debido a que en su preparación interviene el mismo secreto de origen vegetal: el extracto de la “yerbacuajo” o “alcachofra-brava” (Cynara cardunculus y en menor medida Cynara humilis), dos especies de cardos silvestres emparentados con la alcachofa común.

Cynara humilis en La Serena, foto P. Escobar

En las queserías de estas dos regiones ibéricas se utiliza la misma receta: un cazo de flores secas de cardo se deja macerar en diez cazos de agua durante la noche y al día siguiente se cuela y se añade a un volumen de leche de oveja cien veces mayor. Lo que ocurre a continuación es un pequeño milagro cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos: la leche se corta y el residuo sólido se aparta para empezar a elaborar los quesos, que estarán listos en unos tres meses (todo muy bien explicado aquí). Como habréis supuesto, el nombre extremeño de “yerbacuajo” es la clave del proceso. El macerado de estas flores es rico en unas enzimas denominadas cardosinas (nota 1) que digieren parcialmente la caseína de la leche (nota 2) y que hacen que coagule en copos blancos. Hay dos tipos de cardosina, A y B, muy parecidas a las enzimas que digieren la leche materna en el estómago del cordero y en el estómago humano, respectivamente.

Cynara humilis en La Serena, foto P. Escobar

Y ahora viene la pregunta del millón: para qué quiere una flor de cardo acumular grandes cantidades de una sustancia activa que digiere la leche y que está en nuestro estómago? La respuesta, desgraciadamente, no se conoce, pero podría ser una mera casualidad: quizás las cardosinas procesan proteínas en la flor que son parecidas a la caseína... Y por eso, casualmente, alguien suficientemente pobre como para no poder permitirse matar a los corderos para obtener el preciado cuajo dio con este curioso sustituto del cuajo animal. El extracto de cardo proporciona a estos quesos su típica textura cremosa y su sabor un tanto picante y amargo que los hace tan característicos. Aún hoy día, no existen sustitutos químicos para la yerbacuajo y la elaboración de estos quesos se realiza de forma tradicional y está protegida por sendas denominaciones de origen.

En fin, os recomiendo que después de leer esto, le sigáis dando vueltas al tema con un buen pan con queso, a ser posible regado con vino de Almendralejo o de la ribeira do Douro. Ya me contaréis a qué conclusiones llegáis.

Nota 1. Las enzimas son proteínas que realizan funciones determinadas dentro de los seres vivos. Son algo así como los obreros de las factorías celulares.

Nota 2. La caseína (del latín caseus, el queso) es la proteína de la leche, que es lo que le otorga a este “oro blanco” su color, sabor y propiedades nutritivas.

jueves, 23 de julio de 2015

Los chinos y Venecia, en el Torcal de Antequera

Hace unas semanas, en el Torcal de Antequera, un turista francés se detenía con sorpresa ante un cardo mariano en flor (una de las especies más frecuentes de nuestros campos), y llamaba la atención de su esposa para admirar juntos aquella planta durante unos minutos, fotografiarla ufano y emitir un pequeño grito de júbilo al ver a un abejorro posarse en él y recolectar polen. La pareja se internó en el Torcal por la ruta marcada y pasó bajo unas rocas sobre las que crecían juntas la Linaria anticaria, Saxifraga biternata y Silene andryalifolia, hermosas y raras plantas únicas de los roquedos calizos del sur de España, pero sin prestarles la menor atención. Simultáneamente, un grupo de turistas chinos caminaba por Venecia cruzando el Puente de la Paja, mirando tranquilamente al mar sin percatarse de que justo detrás de ellos, en la sombra, se encontraba el pequeño y espléndido Puente de los Suspiros.

Puente de los Suspiros, Venecia, foto P. Escobar

Con estas anécdotas quiero señalar la enorme importancia que tiene el conocimiento de cara a posibilitar el disfrute de un espacio. Mis turistas franceses se hubieran deleitado con las linarias y las saxífragas, además de con el cardo, y los chinos no habrían pasado de largo delante de una de las joyas de Venecia. Los visitantes, que llegan allí porque se lo recomendó un amigo el domingo pasado, porque compraron un paquete turístico cerrado, o porque “les llevó el marido”, no saben normalmente nada del lugar y lo abandonan más tarde con un borroso recuerdo, quizás sólo un poco más vivo si ese día les picó una abeja o se quemaron con el Sol de Mayo.

Linaria anticaria, foto P. Escobar

Para posibilitar el contacto fructífero con la naturaleza se necesitan dos cosas 1) ir por el camino adecuado y 2) mirar alrededor “con las gafas adecuadas” (tomo el símil prestado): las gafas del conocimiento, ya que como dice el viejo proverbio español “el que no sabe es como el que no ve”. Los visitantes necesitan 1) senderos claramente señalados y 2) a intervalos, paneles con información concisa y sencilla que les cuente quién vive allí, por qué ese lugar merece estar protegido, en definitiva, qué maravillas se ocultan tras las piedras. La divulgación posibilita de esta manera que la gente entre en contacto con otros seres, sus vecinos de al lado, a quienes no conocen y que tienen mucho que aportar a sus vidas. La gente que sabe es más crítica, más sensible, más responsable y más respetuosa... Y no sólo con la naturaleza.

Torcal de Antequera, Málaga, foto P. Escobar

viernes, 3 de abril de 2015

España: líder europea... En algo positivo!

El panorama informativo español es especialmente deprimente en estos momentos. Nuestro país está a la cola de Europa en temas como prestaciones sociales, educación, sanidad... Y es líder en cosas nada enorgullecedoras como desempleo, corrupción, desigualdad... Con este paisaje delante, no quiero dejar de mostraros que estamos a la cabeza de Europa en algo positivo, donde además, la Comunidad Valenciana y Andalucía brillan con luz propia.

Density of georeferenced occurrence records published through the GBIF network

El mapa de la fotografía muestra la densidad de datos que alberga GBIF (la “Infraestructura Mundial de Información en Biodiversidad”), de forma que cuanto más naranja, más datos. GBIF muestra de manera gratuita cosas como qué especies de plantas y animales han sido encontradas en qué zonas, cuándo han sido recolectadas o avistadas, y quién ha realizado la observación o recolección. Incluye los datos de Herbarios y museos de ciencias naturales, que combina y muestra conjuntamente. Es por ello uno de los recursos de información de biodiversidad más importantes del mundo.

Como podéis ver, GBIF muestra a nuestro país en un naranja brillante, más o menos al nivel de Alemania y sólo superado por países como Reino Unido o los Países Bajos (que dicho sea de paso, son más ricos, más pequeños, de relieve mucho menos accidentado que el nuestro y con cifras de biodiversidad mucho menores). Esto significa que España es uno de los líderes europeos en el estudio de la biodiversidad, y que además, las personas e instituciones que se dedican a estos estudios se encuentran entre las más eficientes y colaborativas de Europa, ya que no sólo han currado como leones en el campo, sino que además han trabajado de lo lindo (estandarizando, informatizando las colecciones) para subir sus datos a GBIF. Aquí merecen una mención especial la Comunidad Valenciana y Andalucía, cuyas redes de profesionales se han ganado una mención de honor por su trabajo. Enhorabuena a tod@s!

Nota: España es el país con más especies de plantas y animales de Europa. Para que os hagáis una idea: mientras que en los Países Bajos viven unas 1200 especies vegetales, en España se calcula que crecen unas 7500 (según Pierre Quezel en Gómez Campo, 1985: Definition of the Mediterranean Region and origin of its flora. Pág. 17).

viernes, 27 de marzo de 2015

Saxífragas asesinas

Las plantas carnívoras, que mediante trampas son capaces de matar animales y alimentarse de ellos, son una inagotable fuente de estímulo para los naturalistas. Fue Darwin quien, en 1875, se preguntó por primera vez sobre su evolución. En su libro Insectivorous plants, Darwin hablaba de las droseras, las célebres plantas carnívoras de hojas pegajosas, que él suponía evolucionaron a partir de plantas de hojas viscosas como ciertas saxífragas. La planta de la foto, Saxifraga tridactylites, es una planta de mínima estatura que crece en roquedos y más comúnmente, en grietas de nuestros edificios e intersticios del pavimento. Posee una abundante pilosidad viscosa que acaba con la vida de gran número de pequeños insectos, ahuyentando así a posibles predadores como los temibles pulgones, lo más parecido a un vampiro gigante si eres una Saxifraga tridactylites.

Saxifraga tridactylites, foto P. Escobar

Mark Chase, en 2009, escribió una interesante discusión sobre este tema en la que distinguía las verdaderas plantas carnívoras, que se alimentan de sus víctimas, de las plantas „mortíferas“, que tienen caracteres letales para los animales de su entorno. De alguna manera, los animalillos que mueren atrapados en nuestra saxífraga son „daños colaterales“ de la guerra entre esta planta y sus predadores. Que yo sepa, la saxífraga no absorbe los nutrientes provenientes de la descomposición de estos insectos, aunque probablemente sus restos nitrificarán ligeramente el ambiente, favoreciendo la vida de las plantas diminutas de la grieta.

La guapísima Neus Asensi sostiene una de nuestras mortales saxífragas

Gracias R., por traerme esta plantita a casa en un cartón de leche, y estimular la reflexión sobre el tema.

viernes, 20 de marzo de 2015

De qué dependen la forma y color de una flor?

La ilimitada diversidad la vida ha maravillado siempre al hombre. Formas, colores, perfumes… Las variaciones son aparentemente infinitas y por muchos años que llevemos estudiándolas nunca cesan de sorprendernos. Las orquídeas, por ejemplo, mueven a una legión de aficionados que han generado toda una industria en torno a su admiración y cultivo. Pero los mecanismos que originan esta diversidad de formas, o dicho de otra manera, cómo el genotipo de un ser vivo (o sea, la secuencia de letras del ADN) se traduce a un fenotipo (a unos caracteres observables, como color o forma) se ignoran en gran medida y suponen una de las cuestiones centrales de la biología de hoy día.

Variation in floral pigmentation patterns and intensity within the genus Antirrhinum. Martin & al. 2010. Plant Physiology 154: 506–511

En la fotografía de hoy se ilustra la variación del colorido floral en las “bocas de dragón” o Antirrhinum, un género de las familia de las Plantagináceas que alcanza su máxima diversidad de especies en la Península Ibérica. Sobre todo en el sureste de España, multitud de especies, muchas de ellas de difícil identificación, aparecen en roquedos y muros. La diversidad de formas y colores de las flores de Antirrhinum es enorme, y casi siempre existen ejemplares de aspecto intermedio difíciles de adscribir a una especie u otra.

Aquí se ilustra que las diferencias en la intensidad del color de las flores y la presencia o no de venas, o guías de néctar, depende de dos factores de transcripción, unas proteínas llamadas Rosea y Venosa, que regulan la síntesis y distribución del pigmento rojo, una antocianina. Estas proteínas se comportan como “interruptores”, que se unen a determinadas partes del ADN de la planta y encienden o apagan sus genes diana.

Como veis, las formas y colores dependen de mucho más que la mera secuencia de letras del ADN. Mientras que una mutación tarda miles o millones de años en producirse, los factores de transcripción pueden ser un medio rapidísimo para cambiar el aspecto de una planta y en última instancia, acabar produciendo una nueva especie. En los últimos años, un nuevo campo de la biología, la “epigenética” se está abriendo camino a pasos agigantados. Este campo estudia también cómo se regulan los genes y está teniendo consecuencias revolucionarias en cómo entendemos la evolución y la conservación de las especies. Pero de la epigenética y de la nueva frontera del conocimiento que ha abierto hablaremos en otra ocasión.

Nota. La imagen tiene varias erratas:

Antirrhinum barrelieri es en realidad A. litigiosum.

A. “meonanthemum” es A. meonanthum.

A. “nutellianum” es en realidad Sairocarpus nuttallianum, una planta de América pariente de Antirrhinum que nada tiene que ver con la Nutella, sino con Thomas Nuttall, botánico inglés y autor de "The Genera of North American Plants".

martes, 10 de marzo de 2015

El país de los Narcisos

La Alhambra, la Mezquita de Córdoba, el Puente de Alcántara... Al hablar de todos estos lugares nos viene inmediatamente a la cabeza un país: España. Pero España es, además de la tierra de todas estas maravillas, el país de los narcisos. En ningún otro lugar hay tantas especies, un total de 25 según Flora iberica, que se concentran especialmente en Andalucía. A medida que avanzamos hacia oriente alejándonos de nuestro país, el número de especies de narcisos decrece. Y así, en Francia hay 11 especies, en Italia 5, en Grecia 3 y en Turquía 2 (sin contar las cultivadas, claro). En la fotografía de hoy aparecen unos parientes próximos de los narcisos, las „campanillas de las nieves“ o Galanthus. Se trata de unas hermosas plantas bulbosas de floración invernal que representan la tendencia inversa: al alejarnos de la Península Ibérica, donde solo crece Galanthus nivalis, cada vez hay más especies, hasta las 20 que crecen entre Grecia y el Cáucaso.

Galanthus elwesii de Anatolia (izquierda) junto a Galanthus nivalis, especie de amplia distribución, de Iberia al Cáucaso (derecha)

Estas variaciones en el número de especies de un género se llaman gradientes de biodiversidad y son característicos de muchos grupos de plantas. Un patrón similar al de los narcisos, con gran número de especies en la Península Ibérica aparece también por ejemplo entre las "bocas de dragón" (Linaria), las genistas y ahulagas (Genista, como ya vimos aquí) y las jaras (Cistus); mientras que el inverso se puede observar en las azucenas (Lilium) o los tulipanes (Tulipa), cuya diversidad crece hacia el Levante y es máxima en las montañas de Asia. El porqué de estos gradientes es muy complejo y tiene que ver con el lugar de origen del grupo en cuestión y con su antigüedad, pero esa es otra historia, y tiene que ser contada en otra ocasión (M. Ende dixit).

Para ti amiga, que tanto amaste las flores y la música. „Schneeglöckchen“.

lunes, 2 de marzo de 2015

Recetas botánicas: comida sana y muy natural

Con el auge de los alimentos biológicos y los productos locales viene una moda que arrasa en toda Europa y que poco a poco traspasa los Pirineos: el consumo de verduras silvestres. El máximo exponente de esta corriente es quizás el premiado René Redzepi, chef jefe del restaurante Noma en Copenhague, que va cada día al campo a por plantas silvestres que servir a sus clientes buscando sabores alternativos y muy naturales. Este brote que veis en la foto pertenece a una especie de ajo silvestre llamada "ajo de oso" o Allium ursinum, que es una de los primeros alimentos que toman los osos cuando salen de su letargo invernal. Los brotes jóvenes son verdaderamente deliciosos en tortillas, ensaladas, pasta… ¡O como sea! Os dejo una receta estupenda para untar en las tostadas.

Allium ursinum listo para el plato. Foto: P. Escobar

100 gr de requesón (si no tenéis se puede sustituir por queso Philadelphia).

Un buen puñado de brotes de Allium ursinum.

Un chorrito de nata.

Una pizca de sal.

Que aproveche!

jueves, 26 de febrero de 2015

Una flor que nunca se marchita

Las flores, que se utilizan en el arte occidental para representar la fugacidad de la belleza, pueden en realidad ser bastante duraderas. Hoy hablaremos de una flor que no se marchita, y que de hecho tiene un ciclo de vida tan dilatado como si fuera una hoja. Las flores de los eléboros (Helleborus foetidus) se mantienen abiertas y fértiles durante unos veinte días en medio del invierno, un lapso de tiempo que ninguna otra planta iguala en la Península Ibérica. Pero además, una vez que la flor ha sido fecundada y el fruto empieza a madurar, los sépalos siguen desarrollándose y se mantienen vivos y verdes hasta que el fruto está en sazón. Entonces, bien entrada la primavera, los paseantes menos informados los ven y exclaman „huy mira ¡una flor verde!“.

Helleborus viridis, foto P. Escobar

En la fotografía veréis que la flor de este otro eléboro, el Helleborus viridis, tiene una estructura peculiar. Lo más llamativo son los grandes sépalos verdes que realizan la función de los pétalos, atraer a los polinizadores. Más adentro, hay unas estructuras en forma de lengüeta que segregan néctar, tan apreciado por los abejorros. Se trata de los verdaderos pétalos, que se han transformado en nectarios. En el interior de la flor aparecen los estambres, en gran número, y el gineceo, compuesto por varios carpelos libres.

Helleborus foetidus, foto P. Escobar

Otra curiosidad de los eléboros es que en las especies de flores blancas (Helleborus niger, de los Alpes) o rosadas (Helleborus orientalis, del Ponto Euxino), los vistosos sépalos se vuelven verdes tras la fecundación. Es un proceso muy curioso, ya que si se eliminan los pistilos fertilizados las flores mantienen su colorido durante mucho tiempo. Esto se debe a que las plantas de floración invernal necesitan mucha energía para florecer y los eléboros, que carecen de órganos de reserva, tienen que sintetizar en el momento los azúcares que necesitan para florecer. Por eso las flores son verdes o se vuelven verdes tras la fecundación. Es más, si a una flor recién polinizada se le retiran los sépalos, la producción de semillas desciende drásticamente, ya que carecen de la energía necesaria para su normal desarrollo. Como veis, los eléboros son unas plantas interesantísimas. Si queréis saber más de ellas, os recomiendo este artículo y los que cita en su bibliografía. Por cierto, un ecólogo español, Carlos Herrera, es un fenómeno en este tema.

Helleborus niger, foto P. Escobar

jueves, 19 de febrero de 2015

Veneno

Nadie madruga más que los eléboros. Son los primeros en despertarse y sus flores se abren en pleno invierno, cuando apenas comenzamos a ver los amentos del avellano y las campanillas de invierno aún ni asoman. En España es común el Helleborus foetidus, mientras que en Centroeuropa además de esta especie aparece el “eléboro negro” o más poéticamente “rosa de Navidad”, Helleborus niger, una de las flores silvestres más hermosas de los Alpes.

Helleborus foetidus, foto P. Escobar

Como casi todas la plantas que florecen tan pronto, los eléboros son muy tóxicos, ya que contienen unos venenos llamados “glucósidos cardíacos” que tienen un efecto paralizante sobre el corazón y además producen ulceraciones de las mucosas. El envenenamiento suele afectar a animales que los comen por error o por hambre desesperada, ya que son amargos y producen una sensación de quemazón al contacto con la boca. Una de estas sustancias tóxicas, la helebrina, se encuentra también el el veneno del sapo común (en realidad la helebrigenina, que es la parte venenosa de la helebrina, para ser exactos). Por ello es realmente increíble que estas plantas se utilizaran hasta bien entrado el siglo XVIII para tratar los gusanos intestinales. Probablemente el uso del eléboro como planta medicinal produjera más daños que beneficios, sobre todo si se aplicaba una dosis más alta de la cuenta, o si se administraba a los niños. No me lo quiero ni imaginar. Os dejo con unas fotografías del Helleborus foetidus, el eléboro fétido, una hermosa planta de nuestras orlas de bosque en sustrato calizo. Otro día os contaré por qué sus flores son verdes.

Helleborus foetidus, detalle de las flores, foto P. Escobar

martes, 10 de febrero de 2015

Flores con calefacción central

La planta de la fotografía es una fárfara (Tussilago farfara L.), pequeña hierba que se da mucha prisa en florecer porque parece estar harta del invierno, y quizás crea que al desplegar sus cabezuelas doradas tan temprano la primavera romperá antes. El Jueves pasado nevó intensamente, sorprendiendo a nuestra fárfara y a alguna que otra especie madrugadora más, que había comenzado a despertar. Pero la fárfara no se azora y está más que preparada para hacer frente a una inoportuna nevada de Febrero. Como podéis ver en la fotografía, es capaz de fundir la nieve circundante y hacer asomar su cabezuela por encima del manto blanco. Las inflorescencias de la fárfara, esas vistosas margaritas amarillas, funcionan de hecho como un panel solar en miniatura, calentándose con el Sol siguiendo una sencilla fórmula matemática: la temperatura del capítulo es directamente proporcional al coseno del ángulo de incidencia de la luz solar sobre su superficie (1).

 La fárfara (Tussilago farfara) es capaz de derretir la nieve

Es decir, cuanto mayor sea el coseno del ángulo con que incide la luz sobre la margarita, más calor acumulará ésta. Para quienes hayáis olvidado la trigonometría que aprendisteis en la escuela, esto significa que si la luz que le llega es perpendicular a su superficie, ésta se calentará mucho más que si la luz es oblicua (el ángulo de incidencia será cero, y el coseno alcanza su valor máximo, que es 1). Una margarita consigue así, durante un día soleado de invierno, estar de 4.5 a 7.4°C más caliente que el aire que la rodea. El sábado pasado, mientras paseaba por la mañana bajo el Sol radiante del invierno, la temperatura era de aproximadamente —2°C. Esto quiere decir que en ese momento las flores podrían estar a una temperatura de 2 a 5°C sobre cero, más que suficiente para derretir la nieve que las cubría.

 La fárfara (Tussilago farfara) es capaz de derretir la nieve

Además, como las fárfaras no se pueden mover (otro día hablaremos de las flores que sí pueden), necesitan orientarse de manera que puedan sacarle el máximo provecho a la ecuación acumulando todo el calor posible. Para ello, se orientan al sur y se inclinan en un ángulo de unos 40 grados que, por cierto, son la orientación y el ángulo que los fabricantes de paneles solares recomiendan a sus usuarios para los paneles fijos en nuestras latitudes. Gracias a este sistema de calefacción, las flores consiguen acelerar su metabolismo, paralizado por el frío, y lo más importante: logran atraer a los primeros insectos que, fríos y hambrientos, buscan en ellas no solo un tentempié de polen y néctar, sino además el calor que les permita hacer frente a días como hoy, en que el invierno parece no querer marcharse.

(1). Rejšková A. (2010). Flora 205: 282–289.