jueves, 19 de febrero de 2015

Veneno

Nadie madruga más que los eléboros. Son los primeros en despertarse y sus flores se abren en pleno invierno, cuando apenas comenzamos a ver los amentos del avellano y las campanillas de invierno aún ni asoman. En España es común el Helleborus foetidus, mientras que en Centroeuropa además de esta especie aparece el “eléboro negro” o más poéticamente “rosa de Navidad”, Helleborus niger, una de las flores silvestres más hermosas de los Alpes.

Helleborus foetidus, foto P. Escobar

Como casi todas la plantas que florecen tan pronto, los eléboros son muy tóxicos, ya que contienen unos venenos llamados “glucósidos cardíacos” que tienen un efecto paralizante sobre el corazón y además producen ulceraciones de las mucosas. El envenenamiento suele afectar a animales que los comen por error o por hambre desesperada, ya que son amargos y producen una sensación de quemazón al contacto con la boca. Una de estas sustancias tóxicas, la helebrina, se encuentra también el el veneno del sapo común (en realidad la helebrigenina, que es la parte venenosa de la helebrina, para ser exactos). Por ello es realmente increíble que estas plantas se utilizaran hasta bien entrado el siglo XVIII para tratar los gusanos intestinales. Probablemente el uso del eléboro como planta medicinal produjera más daños que beneficios, sobre todo si se aplicaba una dosis más alta de la cuenta, o si se administraba a los niños. No me lo quiero ni imaginar. Os dejo con unas fotografías del Helleborus foetidus, el eléboro fétido, una hermosa planta de nuestras orlas de bosque en sustrato calizo. Otro día os contaré por qué sus flores son verdes.

Helleborus foetidus, detalle de las flores, foto P. Escobar

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