Star Wars: Las Gramíneas contraatacan
Uno de los placeres de la Guerra de las Galaxias y Star Trek es ver la diversidad de paisajes y de gentes extraterrestres. Desde el punto de vista de la evolución no tienen mucho sentido, aunque Star Trek podría ser un escenario plausible si los humanos colonizaran el espacio interestelar… Y luego se encontraran de nuevo unos cuantos millones de años después. Lo que os quiero contar esta semana es que tengo la mesa del trabajo llena de vulcanianos, klingons y otra gente pintoresca… Solo que mis extraños invitados no son imaginarios!
Durante un reciente viaje a tierras de Arabia tuve oportunidad de recolectar un buen número de gramíneas. Estas plantas no sólo son la base de la alimentación mundial (pensad en el trigo, el arroz y el maíz) y las causantes de gran número de alergias, son además uno de los grupos de seres vivos más exitosos del planeta. Crecen en todos los ecosistemas, desde las tundras ártica y antártica hasta las selvas tropicales, y dominan gran cantidad de biomas, como las estepas, pastizales y sabanas. Pueden ser diminutas y casi invisibles, como Mibora minima, que no levanta dos centímetros del suelo, o gigantescas como los bambúes del género Dendrocalamus, enormes hierbas de 25 m de altura. Con unas 12.000 especies, la diversidad de formas es increíble y necesitaríamos años para llegar a familiarizarnos con solamente la mitad de ellas.

Las gramíneas son importantísimas en los ecosistemas mediterráneos, donde géneros como Agrostis, Bromus, Festuca o Poa son prácticamente ubicuos. Estos géneros „normales“ son parte cotidiana de nuestros paisajes y todos los botánicos y amantes de las plantas están familiarizados con ellos. Son, por así decirlo, la „gente normal“ que te encuentras en todas partes: sabes qué pinta tienen y a qué se dedican. De ahí el „pasmo“ que se lleva uno al poner un ejemplar de Apluda mutica o de Leptothrium senegalense bajo la lupa. Es como si de repente, los Klingons de Star Trek y los Ewoks de la Guerra de las Galaxias aparecieran juntos por la puerta del herbario. En los ecosistemas de Arabia, las gramíneas son igual de importantes que en el Mediterráneo. Pero al atravesar la línea que separa los climas desértico (con inviernos húmedos, donde llueve, y veranos secos) del Golfo Pérsico y monzónico de Yemen y Omán (con veranos húmedos e inviernos secos) hay un cambio casi total en la flora y los géneros paleotropicales de Cynodonteae, Andropogoneae y Eragrostideae (los “extraterrestres”) casi sustituyen a las Poeae, las „gramíneas normales“ de las zonas templadas. Es curioso ver las hermosas playas del Índico con sus dunas blancas pobladas por Halopyrum mucronatum donde uno esperaría ver la Ammophila arenaria de toda la vida. Con el cambio climático, es de esperar que estos „extraterrestres“ acaben colonizando la Península Ibérica. De momento, Dinebra ya ha aterrizado en Valencia.
Andalucía tiene una de las redes de espacios naturales protegidos más brillantes de España. Todas las grandes ecorregiones de la comunidad cuentan con un representante en la red, a menudo un espacio prístino de valor paisajístico excepcional. Pensad en los arenales de Doñana, los alcornocales de Cádiz, las cumbres de Sierra Nevada o las estepas del Cabo de Gata. La pregunta que nos podríamos formular es: ¿basta con proteger los paisajes más hermosos y conservados para proteger la naturaleza? ¿O existen espacios que a primera vista no resultan interesantes pero que tienen un tesoro escondido? El problema es particularmente agudo en las cercanías de la costa andaluza, donde parece que sólo es posible el binomio “urbanización versus parque natural” directamente uno junto al otro. No hay campos, ni espacios libres, y lo poco que queda está bajo el riesgo contante de ser devorado por una urbanización o ser víctima de un plan de ajardinamiento o “restauración” absurdo ¿Cómo podemos proteger estos espacios, a menudo pequeños, en un contexto de creciente destrucción del patrimonio natural?
Yo comprendo que la costa gaditana es una maravilla y que todo el mundo quiera tener una casa allí, pero estamos sobre el límite de capacidad del territorio y ya no es posible construir más sin destruir lo que hace que la costa sea hermosa. No olvidemos que si lo único que pretendemos es servir cerveza barata a los ingleses, Marruecos y Túnez nos pueden aventajar en cualquier momento. Por ello deberíamos ser capaces de preservar mejor nuestra biodiversidad, y con ella nuestros paisajes. En nuesto país hay un enorme cuerpo de conocimiento sobre flora, fauna, geología, etc., y eso es algo que el viajero sabe apreciar: el conocimiento marca la diferencia. Por eso es tan triste ver que donde hubo un bosque ahora no hay más que un aparcamiento sombreado, y que lo poco que queda sin construir se llena de vertederos ilegales y escombreras. Las especies invasoras, muchas provenientes de jardines y campos de golf que vierten sus desechos sin control en los descampados vecinos, se extienden rápidamente. Las plantas ruderales y nitrófilas colonizan los pastizales, desplazando a especies únicas, más frágiles. En definitiva, todo aquello que hace al territorio irrepetible, las especies endémicas producto de millones de años de evolución, los parajes de alta biodiversidad, la vegetación plenamente desarrollada, el paisaje tradicional... Desaparecen, y son sustituidas por un catálogo reducido de especies sinantrópicas que crecen en todas partes, y por edificaciones. Cucarachas, gorriones, grama y algún cardo junto a un McDonald’s están llamados a sustituir a sabinas, narcisos, camaleones y currucas, y parece ser que también al poblado de pescadores de Sancti Petri, que tiene los días contados. Esto os sonará conocido porque no es más que la encarnación gaditana de una tendencia a gran escala: desaparición de casi todo lo que es único para ser sustituido por una masa informe, globalizada, carente de personalidad, y lo que es peor, de sentido.
Por cierto, mis amigos de Cádiz me comentan que sobre el reducto de terreno donde crecían los narcisos ha pasado maquinaria pesada, sin motivo particular, destruyendo así un lugar completamente único que pasa a engrosar el catálogo de sitios para el recuerdo que cubren nuestro territorio. Otro caso sangrante se puede ver
Si queréis saber más sobre los narcisos, Paco y Javier os cuentan su historia 










