Hoy os voy a contar la historia del descubrimiento de una nueva especie.
Una nueva especie es como un tesoro escondido. Nadie sabe que está ahí y un buen día, por casualidad, te lo encuentras. Y eso es exactamente lo que ocurrió aquel 18 de Marzo de 2017. Me encontraba “de caza”, fotografiando narcisos para una guía de plantas en la que estoy trabajando y venía del valle del Mondego y la Serra de Aire, de documentar las especies portuguesas. Me dirigía a la Sierra de Gata, a un punto que me pasó un conocido de un grupo de Whatsapp, donde podría encontrar el
Narcissus asturiensis, una esquiva especie del noroeste de España, de forma particularmente cómoda tras el periplo portugués y relativamente cerca de mi cuartel general en Badajoz.
El pequeño
Narcissus asturiensis apareció, y viéndome con el programa de la excursión terminado y con tiempo de sobra, decidí subir hasta la cima por deporte y disfrutar de una atalaya desde la que se divisan dos países y media provincia de Cáceres: de Gredos por el este a la Serra da Estrela y hasta el Puerto de los Castaños por el sur. Pero de camino, otro pequeño narciso me hizo parar la marcha y agacharme. A este no me lo esperaba. Por más que lo miraba, no sabía qué era. La flor era parecida a la de una especie de la Sierra de Grazalema, el
Narcissus cuatrecasasii, pero sus hojitas verde olivo eran las del
N. scaberulus portugués. Iba bien documentado, me había estudiado las diferentes especies de narcisos a fondo y llevaba el PDF del capítulo corespondiente de
Flora iberica en el bolsillo, así que cuanto más lo miraba, más me sorprendía. Las plantas estaban empezando a florecer, pero pude ver miles. Aquello no era una forma aberrante de algo ya descrito, ni un híbrido, era
algo gordo. Algo que seguramente mucha gente habría visto pero que nadie había descrito para la ciencia. Esa planta era un verdadero tesoro y me había tocado a mí desenterrarlo.
Me llevé unos cuantos ejemplares vivos para estudiarlos de vuelta al herbario. Allí podría compararlos con todas las demás especies y ver realmente de qué se trataba. ¿Una especie autónoma o una subespecie de
N. scaberulus? Visité el herbario del Jardín Botánico de Madrid, medí cientos de flores recolectadas a lo largo de décadas y las metí en la “caja mágica”, o sea, en mi ordenador. Los números dirían de qué se trataba. Y tras cacharrear un poco con la estadística, la gráfica habló, y un análisis de coordenadas principales mostró las especies ya descritas como un complejo mapa de continentes, islas y penínsulas, con mi plantita en el medio a modo de istmo entre las islas
N. cuatrecasasii y
N. rupicola; más lejos de
N. scaberulus que su especie hermana, el
N. calcicola. Mi planta no era una subespecie de esta planta portuguesa, sino una especie autónoma, perfectamente delimitada, un tesoro único y exclusivo de mi tierra, Extremadura. Ahora, era urgente comunicar esto a los demás con una publicación científica, que es el medio de compartir este tesoro. Es
nuestro, no sólo de los habitantes de San Martín de Trevejo, que ahora pueden lucir aún un motivo más para que visitemos su hermoso rincón del mundo; es un patrimonio natural de todos los extremeños y sobre todo, de las personas que amamos la naturaleza y su más bella manifestación: las flores.
El artículo con la
descripción de la nueva especie (en inglés) se publicó el 23 de Marzo de 2018, casi exactamente un año después del hallazgo. Esta publicación es el equivalente a la fe de bautismo de la planta, a la que decidí llamar
Narcissus vitekii, en honor de un importante botánico y benefactor de la ciencia austríaco recientemente jubilado, Ernst Vitek. Los certificados de nacimiento de la nueva especie (o tipos nomenclaturales) son públicos y se encuentran en los herbarios de Viena (W), Guadajira (HSS), Badajoz (UNEX), Madrid (MA) y Salamanca (SALA).